lunes, 18 de julio de 2011

Martes, 19..Julio

Martes, 4 de la mañana.
Café, música, Los niños Mutantes,  Silencio absoluto. Ligera brisa. El ordenador se atranca, será la hora. Le sienta mal.
Tenía varios textos escritos para colgar en la página. Los dejaré para otros días. Hoy me apetece hablar de otras cosas.
Duros días. Semana dura. En breve mi cumpleaños. De crío me alegraba, ahora me martiriza. Cada año de estos últimos la semana es un martirio y el día poco menos que una tortura. Cada llamada, suerte que son pocas, es un martillazo en la cabeza recordando que el tiempo pasa, que te haces mayor... Qué mal lo llevo.
Hasta llegar a esta semana, la actual, tuve otra vida. Mi vida anterior, Tan lejos y tan presente.
Ana lo lleva fatal. No soporta mi otra vida. No soporta lo que hice y lo que deje de hacer.
Hasta hoy arrastro esto, causa-efecto.
No fui malo. Normal, raro, ¿Quién dicta lo normal?, lo raro, lo extraño, lo importante, lo aburrido. ¿Quién marca los parámetros para definir adjetivos?
Ana está dolida. Es como un cachorro golpeado, que no acaba de fiarse de su nuevo dueño. Siempre espera el golpe.
Por más que digo, no escucha. Emisor y receptor en ondas distintas.
Sé que Ana me quiere, no más que yo a ella, puede que igual. Ana me quiere pero no puede.
No puede sentir la vida como es. Siempre aparece un tormento, ese alíen que le sale desde las vísceras hasta el primer latido.
Siempre hay algo. Y yo marchitando. No mi amor por ella, eso será perpetuo. Marchitan mis esperanzas de llegar un día frente a ella y tener la absoluta certeza que el alíen no ha golpeado su interior.
Y Ana no escucha. Patalea mis lamentos convencida de que el daño está próximo.
Hace tanto que no la oigo reír. La casa, los niños, el trabajo, yo. Demasiado peso para sonreír. Sólo ríe cuando una persona está a su lado. Está lejos y no puede hacer reír a Ana muy a menudo.
Y yo marchitando.
Tengo miedo a la muerte. Creo que por eso odio esta semana del año. Un año menos, un año más. Si al menos fuese creyente, celebraría que me queda un año menos para reunirme con alguien que se quedó en el camino. Además Boris, Bora. Os echo de menos.
Y Ana sin escuchar. Con mil historias por en medio que me la roban, se la llevan y la raptan unos días. Historias y más historias.
Y yo que no soy un héroe no puedo rescatarla y traerla a mi lado de nuevo. Y ahí me quedo, esperando que la suelten, que se escape y corra a mis brazos. Hasta que un día  no escape.
Las historias siempre permanecen escondidas, esperando el momento para saltar sobre ella, taparle la boca y llevarla a algún torreón perdido. Y ahí la dejan, sin comer, sin dormir. Hasta que escapa. Y yo esperando. No hay escuelas para héroes.
Tampoco hay escuelas que te enseñen que el amor no sólo es amor. Es sufrimiento. El amor es extraño. Es complicado vivir sin él y complicado vivir con él.
No todo el mundo lo sabe. No todo el mundo tiene a Ana en su vida.
Cuando no tienes amor, sufres por tenerlo. Cuando lo tienes, sufres por no perderlo. Tengo mil historias de cuando conocí a Ana. Grabadas a fuego en la cabeza. Eso será otro cuento.
Ayer estuve trabajando en el Pirineo, en Canfranc. Pase una buena mañana. Tuve la suerte de pasear por sitios que no todo el mundo puede. Todo muy impresionante, incluso emocionante. Tanta historia en los muros, hoy en abandono.
Paseaba y pensaba.
Yo estuve con Ana en Canfranc. Ayer la eché tanto de menos. Sé que suena pomposo. El Pirineo gana mucho con Ana al lado. Aunque no sea de la mano. Me acordaba de ella. Me acordaba de como se le iluminan los ojos de color imposible cuando pasea por el Pirineo. Recordaba su forro polar. Recordaba su olor.
Demasiados recuerdos para disfrutar de la visita.
Me pasó algo.
Cuando regresé por la tarde a Zaragoza, alguien me preguntó que tal el día. Al comentarle que lo había pasado en Canfranc, habló que no hacía muchos días había estado allí y lo bonito que estaba. Me salió de las tripas y le dije, me gustó mucho más cuando estuve con Ana, ella hace de los Monegros un vergel. Sonrío cabeceando, seguro que contemplando a un loco más. Un loco de amor. Por Ana, como ayer, hoy y como mañana.

Niños Mutantes. Como yo te amo.

lunes, 11 de julio de 2011

Lunes de reflexión

Escribir para quien no sabe o no quiere leer es como enseñar un jardín de rosas a un ciego. Apreciará el olor pero si no le indicas por donde coger la rosa es posible que también aprecie el dolor de la espina. 

lunes, 4 de julio de 2011

Lunes. La loma.

Sube a una loma, no muy alta. Observa desde ella el pueblo. Seguramente verás todas sus calles, sus gentes, los que entran, los que salen. Ahora acércate al pueblo. Escoge una calle y pasea.  Lógicamente sólo verás lo que tienes a tu alrededor, lo más próximo. Perderás perspectiva.
A veces es bueno sentarse en la loma y observar, imaginarte en el centro del pueblo y ver a cada uno de sus vecinos. Sus heridas, sus alegrías. Es un ejercicio que un día recomendé a Ana. Yo lo hice y allí la vi. Ana estaba en medio del pueblo, de un lado para otro, sin pausa.
Ahora tengo que aprender a bajar al pueblo y expresar. Hablar y saber explicar lo que he visto, como lo he visto. Escribir aquí es como bajar al pueblo. Un intento de expresión del chiquillo que balbucea los primeros sonidos.
Ana me reclama amor. Me pide a gritos que la haga especial. Ella no sabe que es especial. Ana está cansada. Lo dicen sus gestos y mientras yo bajo corriendo al pueblo. Tropiezo, me levanto y sigo corriendo.
Me rebelo. Tras cada tropiezo me rebelo. Escupo bolsas de desánimo por la boca. Bolsas que acaban en sus brazos, rodeándola y apretando cada día un poco más.
Ana no entiende nada. Desde la loma lo veo pero nunca llego  sigo sin llegar.
Ana me exige. Me pide, me llora, me implora. Yo escupo, la miro y detesto. Detesto  la exigencia de no estar a la altura. Ana se escapa, a ratos se para pero cuando llego a rozarla, casi tocarla con la punta de los dedos, vuelve a escapar.
Y yo vuelvo a la desesperación. Desesperación del que no llega. Por más que corro. Creo que estoy volando y en realidad sólo estoy reptando. Y Ana se escapa. Es el agua entre los dedos.
Ana no entiende que ya no hay más. Soy lo que soy y tiemblo. Sé que ya no hay más. Por más que corro, no llego. 

domingo, 3 de julio de 2011

Julio, Domingo

Hoy es domingo. El calor aprieta. Julio ha llegado golpeando fuerte. Se ha hecho notar a las primeras de cambio, sin avisos, sin preámbulos. Julio está aquí.
Ana está trabajando. Sé que está triste, sé que casi sufre. Necesita más. Necesita estar segura. Ana sabe que la quiero pero además de saberlo necesita sentirlo.
Vendrá, preparará la comida y se dejara la vida por atender a Candela, está enferma, una mala reacción. A partir de su llegada, nos quedarán apenas cuatro horas para que yo me marche.
Ana no sabe tantas cosas. Las escucha de mi boca pero realmente no las sabe. Sabe que la quiero, que por ella muero… Sabe lo que dicen mis palabras. Escuetas, perdidas y a veces amontonadas, intentando expresar sonidos del Alma sin saber muy bien como hacerlo.
Ana habla mucho, yo nada. Su desesperación mientras pliega la ropa es palpable, no dice con palabras lo que sus ojos expresan como un libro, blanco sobre negro. Agua.
La frustración de nunca llegar a la altura, a lo deseado, puede ser un puñal en mi relación. Clavando su punta, poco a poco en el corazón y sin poder hacer más que observar como el chorro de sangre cada vez es mayor.
Escribo esto con esperanza, quizá vana de parar ese puñal, tal vez demasiado profundo, tal vez con tejido dañado de manera irreparable. No soy médico, solo siento.
Ana no protesta cuando increpo algo. No averigua en mis palabras ningún tipo de virtud en nuestras vidas. Es ingenua, no la sabe pero lo es. Ana es mi virtud. Toda ella. Mi nobleza es Ana y lo mejor que puedas encontrar en mí, eso es Ana. Simbiosis de sentimiento, universos que se chocan formando uno solo, casi siempre en forma del más fuerte. Ley de vida, naturaleza sabia. Los débiles sucumben como sucumbe lo peor de cada uno cuando eres dominado por un ser poderoso, que basa su amor en la entrega total. Esa es la gran virtud de Ana.
Sólo soy un proyecto.
Ana no es perfecta, no lo es. Estaría ciego si así lo afirmase, no pretendo ensalzas desmesuradas e irreales. ¿Quién es perfecto?
Su perfección es directamente proporcional a la podredumbre de nuestra humanidad. Como el teorema. Pura física. Sus imperfecciones, son como las de todo humano, que siente, padece.
Ana te quiero, más allá de cualquier universo te quiero. Te quiero por lo perfecto, lo imperfecto, lo físico, lo espiritual, te quiero y también desespero. ¿Será esto el amor?, ¿Alguna vez se ama suficiente? ¿Quién tiene el baremo?
Hoy es domingo. Apenas unos minutos me separan de ti, quizás de una nueva guerra. Otra batalla estéril. Quién sabe. En apenas unos minutos lo sabré. Eso ya será parte del mañana.

Dos Palabras para Ana

Dos palabras para Ana no pretende ser más que un diario. Un diario de amor, con las alegrías, las penas, las decepciones y convulsiones de la relación con la persona más maravillosa con la que un hombre puede estar.
Este es el precio que voy a pagar por mi falta de expresividad, por mi tozudez para contar las palabras de mi alma en torno a un café.
Esto no es más que un día a día de un enamorado con lo bueno y lo malo que tiene ese estado. El amor.
Parece increíble que tras tantos años, siga enamorándome cada vez que me mira a los ojos. No me canso de amarte Ana.